Las expectativas sobre la inflación de equilibrio en Estados Unidos para los próximos diez años se sitúan ya en el 2,66% frente al 2,3% de finales de junio. Mientras que a 5 años, el valor actual es del 2,95%. En cuanto a Europa, aunque el BCE continúa insistiendo en un incremento temporal y transitorio, la inflación de Alemania o España se sitúa ya por encima del 4% en términos interanuales. Con unos precios de exportación e importación de septiembre en el país teutón en máximos desde 1975 y 1985 respectivamente, 8,1% y 17,7%. Siendo Estados Unidos (9%), China (7,5%) y sobre todo Europa, con Francia (8%) a la cabeza, como principales destinos para las exportaciones alemanas. En línea con esto, estamos viendo unas variaciones en los costes de producción sin precedentes: 8,6% en Estados Unidos, 10,7% en China o 14,2% en Alemania.

Los principales drivers de la actual inflación tienen un carácter coyuntural derivado por los desajustes entre oferta-demanda generado por la pandemia, principalmente en el mercado de materias primas, semiconductores y energía. Estos cuellos de botella derivan de una fuerte demanda impulsada por la reapertura económica y una débil oferta, consecuencia de interrupciones en manufacturas y puertos, así como un débil CAPEX realizado en estos sectores en la última década. El Baltic Dry Index, que refleja los precios de los fletes de buques graneleros tomando como referencia 23 rutas marítimas, experimentó una subida del 50% durante el primer trimestre de 2021-incremento del 700% desde febrero de 2020-, comportamiento que evidentemente se traduce en un incremento de costes a lo largo de toda la cadena de producción. Actualmente, todavía se encuentra en niveles históricamente altos, no vistos desde 2010. Sin embargo, de continuar la tendencia iniciada desde comienzos de octubre -corrección del 40%-, notaríamos un hándicap menos para la normalización de precios -presión deflacionista-. Otros eventos también acentuaron el problema, como la obstrucción del canal de Suez por seis días en marzo de este año.
Dicho esto, la transitoriedad o no de una inflación sostenida, al menos por la parte coyuntural del problema, dependerá del tiempo necesario para corregir estos desajustes, algo muy complicado de estimar.

Siguiendo con el análisis del transporte marítimo, también encontramos razones estructurales en el sector. Como el tamaño de los buques de mercancías con el fin de aprovechar las economías de escala. El incremento y el tamaño actual de las embarcaciones tiene mucho sentido desde el punto de vista económico. Sin embargo, supone en ocasiones un problema desde el punto de vista logístico, ya que muy pocos puertos disponen de capacidad suficiente para albergar estos buques, y menos aún ante una congestión en el transporte. La solución más evidente recae en ampliar la capacidad, y por lo tanto el de las instalaciones portuarias. Aunque esta operación sería lenta, muy costosa y objeto de crítica medioambiental, ya que implicaría en muchos casos retirar el coral existente en las inmediaciones portuarias.

El proceso de globalización llevado a cabo en las últimas décadas ha supuesto procesos de deslocalización y reducción de costes. Tras la pandemia, tanto empresas como Gobiernos han tomado consciencia de la importancia de tener autonomía y poder de decisión en ciertos sectores como el sanitario, energético o el de semiconductores. Del mismo modo, la movilidad del capital humano se ha visto fuertemente mermada por la pandemia, dando lugar a la búsqueda y formación de fuerza de trabajo local. El regreso a la producción nacional llevará consigo por tanto un incremento de costes, diminución del ROCE y de los flujos libre de caja sobre ventas para las empresas. Algo que se intentará compensar con planes de estímulo: Next Generation UE, Planes de Empleo y Familias USA, Plan Quinquenal Chino…etc. El proceso natural de envejecimiento demográfico propio de las economías desarrolladas es deflacionario. Véase Japón, Corea del Sur o Europa. China comienza a unirse a la causa, incumpliendo en las tasas de crecimiento de natalidad estimadas por el Gobierno y con una población envejeciendo. Sin embargo, habrá que tener en cuenta otros factores demográficos y sociales que podrían entrar en escena. En Estados Unidos ya estamos viendo como la escasez de oferta laboral en ciertos sectores están presionando al alza a los salarios. La continuación de esta tendencia llevaría a un mayor poder de negociación colectiva, lo que se conoce como “second round effect” o “efectos de segunda roda”, creando una espiral inflacionista. Habrá que tener en cuenta además, la jubilación en el mundo laboral de los “Baby Boomers”, algo que supondrá la retirada de una fracción cualificada y formada. Aunque también, el hecho de que países, como España, cuentan con un paro superior a los dos dígitos.
Como venimos apuntando, estamos viendo claros problemas de suministro por el lado de materias primas originando desajustes entre oferta y demanda. La transición energética conlleva adoptar nuevas tecnologías que requieren de un proceso intensivo en minerales como el cobre, el litio, el níquel, el paladio, el platino…etc. El primer impacto en los precios ha sido coyuntural ante una fuerte demanda, con una oferta deprimida y “atascada” por la pandemia. Sin embargo, hay que tener en cuenta que, la industria de materias primas ha tenido una recepción neta negativa de inversión -CAPEX- y puestos de trabajo en los últimos diez años. Consecuencia de la sobreproducción originada en la primera década de siglo y acumulación de stocks, la reducción paulatina de las tasas de crecimiento de China -principal consumidor de materias primas del mundo- o la austeridad en gasto en infraestructuras tras la crisis financiera en grandes economías como la estadounidense. Ahora, la tendencia podría ser diferente. No solo por la transición energética en cuanto a la generación de energía, sino por otros factores como la implantación global de la movilidad eléctrica, o la carrera tecnológica con el 5G a la cabeza.
Dicho esto y no obstante, podemos ver un camino totalmente contrario en una etapa inicial, es decir, la continuación de precios elevados en combustibles fósiles como el petróleo, el gas natural, o el carbón. Durante el tercer trimestre del año el barril de petróleo se ha mantenido por encima de los 80 dólares, tanto el WTI como el Brent -cerca de sus niveles máximos de los últimos siete años-. Lo mismo podríamos decir del gas natural o el carbón, con subidas récord traducidas en unos precios eléctricos sin precedentes. Hay que tener en cuenta que India y China, con 1.380 y 1.400 millones de habitantes, son en la actualidad extremadamente dependientes del carbón en cuanto a la producción energética, y se han encontrado con unos inventarios prácticamente vacíos viéndose obligados a detener parte de la producción, sosteniendo el nivel de precios. El proceso de producir nuevo stock y ampliar los depósitos es costoso, tanto en tiempo como en dinero, pero redirigir la producción hacia un rumbo sostenible también.
Este “cambio verde”, que está pensado para que se desarrolle paulatinamente y de manera ordenada, se está topando con un proceso regulatorio muy fuerte y restrictivo hacia la generación de CO2. Hecho que obliga a productores de combustibles fósiles a redirigir líneas de negocio, impidiendo emprender nuevos proyectos de extracción ante la incertidumbre de obtener un rendimiento sobre la inversión. Hecho que se traduce en una restricción de oferta en un momento en el que la demanda continúa siendo elevada. Antes mencionábamos la población de China e India, factor que consideramos crucial ante este cambio estructural. La población de ambos países, sobre todo India, continúan inmersas en un proceso de urbanización, algo que requiere de un fuerte esfuerzo energético. En línea con esto, y por destacar algún dato curioso pero que a nuestro entender tiene una gran relevancia, decir que en India, el número de turismos por cada 1.000 habitantes es de 18, mientras que en nuestro país supera los 530. O que sólo el 5% de la población de Alemania y Reino Unido juntas, un total de150 millones de habitantes, vive sin aire acondicionado ni automóvil, frente al 85% de India -con 1.380 millones de habitantes-. Dicho esto, el factor más impactante para debatir sobre la neutralidad de carbono para el año 2050, se reduce al crecimiento de los ingresos de la clase media en los mercados emergentes. Ningún otro factor tiene más influencia en los supuestos del calendario, por lo que un crecimiento mayor y más robusto de estos ingresos supondrá alejarnos a 2070-2080 para cumplir los objetivos. Y de hecho, así lo confirmó recientemente Narendra Modi, actual primer ministro indio, quién se comprometió a alcanzar el nivel de cero emisiones netas de carbono para 2070 durante la cumbre del clima COP26. Una de las soluciones o alternativas para lidiar con estos desajustes entre oferta y demanda de combustibles fósiles recae en la energía nuclear, tal como hemos resaltado en informes pasados. China está planeando construir al menos 150 reactores nucleares en los próximos 15 años, más de los que se han construido en el resto del mundo en los últimos 35. Sin embargo, aunque esto supondrá un claro alivio energético, según las estimaciones de crecimiento de ingresos de la clase media para los próximos 20 años en China e India, se necesitarían entre 300 y 400 reactores para sustituir las actuales 1.360 plantas de carbón.